(Con la ayuda y contribución especial de @ruthgamero)
A veces no todo es trabajo en mi trabajo. A veces contamos con el privilegio de poder escuchar a personajes de primera fila que acuden a compartir su punto de vista, normalmente sobre nuestra gran preocupación y pasión: la innovación tecnológica. El lunes 13 tuvimos el placer y el privilegio de poder escuchar a Javier Solana en la inauguración de nuestro off-site (un acontecimiento interno y privado que llegó a trending-topic en Twitter).
Javier Solana es, me temo, un caso particular: un político español con proyección y reconocimiento internacional, sólida formación académica y además … ¡de Ciencias! (catedrático de Física), lo que le permite hablar con propiedad de los desafíos de los agentes no gubernamentales en el futuro o del grafeno y sus aplicaciones en la electrónica. Durante un tiempo que a todos se nos hizo breve, nos dio su visión de los grandes desafíos del mundo del futuro, pensando sobre todo en 2020, del papel de Occidente, y de la innovación en ese mundo:
Para empezar, nos cuenta que partimos de una imagen equivocada y sesgada del mundo. Tendemos a dividirlo entre países desarrollados y emergentes, encabezados por China y la India. Sin embargo, deberíamos hablar más bien de países “re-emergentes”, ya que en vísperas de segunda gran expansión de Occidente, en el siglo XVIII, los dos suponían más de la mitad de la riqueza mundial, mientras que Europa suponía menos de un tercio. De esa forma, estaríamos viviendo más bien una vuelta a una situación habitual en tiempos históricos (aunque con la novedad de un mundo mucho más conectado e interdependiente).
El centro de gravedad del poder político, militar y económico se está desplazando. El final de la Primera Guerra Mundial, la potencia emergente era Estados Unidos y a lo largo del siglo XX se consolidó una transferencia de poder transatlántica, entre culturas esencialmente similares y con principios compartidos. El siguiente desplazamiento de ese centro de gravedad, que estamos viviendo en nuestros días, sería entre una orilla y otra del Pacífico pero ahora entre culturas y tradiciones completamente distintas. Eso, claro está, -y esto es cosecha mía- si el proceso no se tuerce por el camino, ya que la misma China que nos asombra con su desarrollo económico actual, protagonizó serios retrocesos en los años 50 y 60, y todo ello bajo la dirección del mismo partido –nominalmente- entonces y ahora.
Evolución del peso en el PIB mundial por regiones
El mundo hacia el que nos dirigimos posiblemente siga siendo unipolar en lo militar, aunque será bipolar en otros aspectos, especialmente el económico. Hay que tener en cuenta que la crisis económica es esencialmente un fenómeno de Occidente, lo que no deja de reforzar la idea de un desacoplamiento entre las económicas occidentales y emergentes, capaces éstas últimas ahora de crecer por sí mismas, sin depender de nuestra demanda. Por mi parte, agrego aquí, que incluso en lo militar puede haber cambios, a medida que los intereses chinos sean más globales –especialmente en lo que respecta a materias primas- y su diplomacia más asertiva en la expresión de esos intereses.
Esa transferencia de poder entre estados y áreas geográficas se manifiesta en otros grandes cambios, por ejemplo en la redistribución de poder dentro de los países, de forma que retienen menos poder que en el pasado. De hecho, emergen actores internacionales no gubernamentales con gran poder: la operación contra la piratería en el Índico se dirige contra una entidad que no es un gobierno y ni siquiera está realmente articulada, lo mismo que ocurre con ciertas formas de terrorismo. Los estados se vuelven más complicados de gobernar, y ese efecto se transmite también al conjunto del mundo, que se vuelve multipolar, interdependiente, y difícil de controlar por una o dos naciones como en el pasado.
El mundo hacia el que nos dirigimos verá también un fuerte crecimiento de las clases medias, muy superior al previsto para el conjunto de la población, hasta alcanzar pronto los 1.300 millones, y que serán factor de estabilización en el mundo. Por supuesto, ese crecimiento se verificará en esos países re-emergentes donde triunfa una cultura entusiasta por el esfuerzo y la superación. Mientras en Occidente el talento tiende a moverse hacia el sistema financiero, el derecho y las actividades empresariales, el número de ingenieros chinos aumenta espectacularmente, y los estudiantes asiáticos ocupan un lugar cada vez más destacado en las universidades de prestigio americanas.
¿Cómo podemos afrontar ese desafío de los países emergentes desde Europa y el resto de Occidente? Hay quien ya lo da todo por perdido y concibe nuestro futuro como un inmenso museo al aire libre para nuevos turistas. Más allá, podemos ver tres estrategias o actitudes:
- Podemos ignorarlos, dar la espalda y aislarnos. Repetir el enfrentamiento de la Guerra Fría encerrándonos. Y es posible: en el pasado el proteccionismo y nacionalismo han sido una respuesta ante situaciones similares, y se han mostrado signos recientes de poder repetirlo.
- Podemos buscar la confrontación, bien endureciendo la regulación internacional, bien con medidas más drásticas y potencialmente peligrosas para todos.
- O tenemos la colaboración y competición, que es un camino mucho más complejo, difícil, pero potencialmente más beneficioso para todos. La competencia no será posible en las tareas de bajo valor añadido donde son imbatibles en costes, pero es que además, los países re-emergentes ya compiten en alto valor añadido (ciencia e innovación). Hay mucho por hacer para poder competir de una manera creíble: hay que mejorar y mucho la relación Universidad-Empresa, y hay que hacer una innovación que «emane» de la sociedad
Posiblemente sea el último modelo de colaboración/competición el que nos permita afrontar los tres grandes desafíos del futuro que destacó Javier Solana enfatizando mucho su importancia y certeza (“esto que os cuento es real”):
- La proliferación de armas nucleares (y por extensión de armas de destrucción masiva). Nuestro mundo sería muy distinto y peligroso si estuvieran al alcance de todo tipo de gobiernos en países inestables o fallidos
- La desigualdad económica y social dentro de los distintos países. En Occidente la tendencia histórica se ha invertido y lleva varios años aumentando
- Y la combinación de cambio climático, gestión energética, del agua y gestión de recursos
Es una pena que no pudiera hacerle una pregunta sobre la forma de encarar estos retos desde aquí, pero creo que puedo anticipar una respuesta a partir de sus palabras: entusiasmo, iniciativa, innovación, excelencia y mucha ciencia e ingeniería.
¡Gracias Don Javier!